martes, 27 de abril de 2010

El Crepúsculo manda





LA LAGUNA ETERNA

El piloto no creía haberse alejado tanto. La avioneta salía de entre las nubes y planeaba sobre un lago inmenso. Reflexionó y dibujo en su mente todos los mapas de las tierras que sobrevolaba habitualmente. No había ningún lago, ni una cadena montañosa como la que lo cercaba. La Selva a la que estaba acostumbrado ahora era, tras las cumbres un desierto feroz. Y en medio el lago, las elevaciones y algo más.
Dejó que el avión bajara un poco más, las aguas eran tan cristalinas que podía verse a través de ellas. No, no podía ser, allí abajo no ¿Cómo diablos respirarían? Lo que divisaba bajo las aguas era una ciudad, pero eso no era lo más raro. En ella se veía gente, bueno algo parecido porque las personas normales estarían ahogadas.
Trató de guiar su aeronave hacia la orilla, pues el combustible ya iba muy justo. Aterrizó en lo que parecía ser una playa del lago, y embarrancó el avión, pues era de arena muy fina, lo que hizo que prácticamente fuera imposible volver a remontar.
Una vez en tierra, no sin algunas magulladuras, reflexionó: - Es imposible que haya una ciudad ahí abajo, debo estar muy cansado. Voy a buscar algún refugio entre las rocas y mañana analizaré, con mejor ánimo mi situación.
Amaneció, pero no veía el sol, pensó que las montañas eran demasiado altas para que se viera el astro rey. Entonces volvió al lago y se asomó. Pues no, no había imaginado nada ahí estaban los edificios y la gente transitando como si nada. Una idea descabellada surgió de su mente. ¿Y si intento meterme en el agua? Si ellos pueden respirar ¿Por qué yo no?
Su idea parecía un suicidio. Pero, habiendo salido vivo de su accidente al aterrizar y viendo que nada era lógico, empezó a hundirse en el agua. Cuando su cabeza rebasaba el límite superior del agua no notó que necesitara respirar. Y siguió hacia dentro.
Llegó a los límites de la ciudad y nadie parecía advertir su presencia. Sin embargo uno de los habitantes se acercó. ¿Eres nuevo? La pregunta le sorprendió además de entender lo que le decía. ¿Hablas mi idioma? Le dijo el piloto. Aquí todos hablamos el mismo idioma, esta es la laguna de los mortales todo el que tiene sus días contados acaba aquí. Luego de un tiempo muchos se van, no sabemos adonde, pero nos abandonan.
Nuestro amigo no daba crédito, ¿Estaba… Muerto? Según la mitología esa era la Laguna Estigia, donde iban a parar los fallecidos. No había visto al barquero Caronte, quién los guiaba a través de es laguna, pero trató de pensar que esto era un mal sueño.
No sufras, le dijo el habitante ultramundano, probablemente hayas sufrido un accidente y por ello no eres consciente de tu muerte. Cuando hay una larga agonía o una enfermedad previa, la gente no se sorprende de que su vida haya terminado. Tú probablemente la hayas acabado de forma repentina.
Ahora visualizaba el momento anterior a ver el lago. Estaba en una tormenta cerrada y los rayos se acercaban peligrosamente. Probablemente alguno o algunos impactaron en su aeronave y la derribaron. O el viento hizo que se desplomara. Ahora se explicaba que hubiera aterrizado en una playa arenosa y no se hubiera estrellado, sencillamente porque eso había pasado anteriormente.
Allí no se medía el tiempo, nada costaba esfuerzo y podías dedicarte a lo que quisieras. Tenías de todo para pasar los ratos. Podías competir con atletas, leer libros, incluso jugar con videojuegos. También podías pasear sin cansarte. Comer sin hartarte. Beber sin emborracharte. Había hombres y mujeres, pero nadie parecía ocuparse de relacionarse allí, ni parecían necesitarlo. Aquello era como la Terminal de una estación de tren, tarde o temprano te marcharías de allí.
¿Y nadie ha vuelto del siguiente destino? Pregunto el piloto. – No, le contestó el habitante de ese mundo. Y es mejor que no lo hayan hecho. Es mejor no saber lo que haremos más adelante. En la Tierra la gente hace cábalas de si existe o no existe una vida posterior. Si alguien hubiera vuelto de aquí, por ejemplo, la gente sabría a que atenerse y quizá su comportamiento sería descuidado y sin tener miedo a lo que vendría después.
De esta manera si allí no saben que les espera la laguna y aquí no sabemos lo que nos espera después, trataremos de comportarnos conforme realmente somos y así, en nuestro siguiente paso, sabrán realmente como es nuestro talante.
¿Y mi familia, y mis amigos, y mi pareja? – No sufras, ellos saben que has muerto y saben que no se puede remediar. De esa forma pueden recordarte, si supusieran que estás aquí, probablemente en poco tiempo dejarías de preocuparles.
¿Durante cuanto estaré aquí? - Eso no depende ni de ti, ni de mí, depende de otros estadios y de los seres que los gobiernan. Aquí, como ves, ni se tienen en cuenta tus faltas, ni tus buenas obras, esto es una frontera y lo que está más allá, es una incógnita.
No te preguntaré más cosas, solo una ¿Cómo te llamas o como te llamaban?
– Me llamó Tránsito, pero puedes llamarme Caronte.

Autor: Juan Gregorio García Alhambra
29/01/10

1 comentario:

nicol dijo...
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