martes, 10 de febrero de 2009

Dia de San Valentin ' 09

Aqui vuelvo con mis historias. El libro va para un poco más adelante.
Una para el día de los enamorados que dicen que lo inventó El Corte Inglés, no se quien lo inventaría, pero, Mola. Hoy no pongo foto, que tengo lío. Sed felices.
LA HISTORIA MÁS HERMOSA DEL MUNDO
Afanosos, cuatro duendes verdes se repartían el trabajo. Necesitaban entregar el regalo al Hada de Cristal. El mago Cienciote lo había fabricado, por encargo de un Brujo Blanco enamorado del Hada de Cristal. Era el Brujo de la Nieve, que, por lo visto no era tan frío como todos podrían pensar.
Pero pesaba horrores y a duras penas lo pusieron en el carro que lo llevaría a su destino. Pero no, ellos no lo pondrían en las manos de tan egregia dama. Iría por aire, sí, volando llevada por doce cisnes negros a la casa del Hada, el Mundo Transparente. Lo entregarían un poco antes y cincuenta pajes de los más bellos del Reino del Hielo se lo harían llegar finalmente.
Estaba envuelto en tela de oro, con una cinta de seda con hilos de platino, y lo remataban cuatro diamantes negros, rarísimos y muy caros. Pero nadie sabía lo que contenía, ni debían saberlo. Era ultrasecreto.
Esos días el hada estaba muy triste, nadie sabía por qué. Suspiraba a todas horas y, a solas, sus sirvientes más intimos la habían visto llorar. Algo sabía el brujo y por eso quería agasajarla para alegrarla y, de paso, lograr que pensara bien de él
Cuando ya todo parecía dispuesto, un fauno, algo inquieto, quiso mirar dentro del misterioso paquete. Recibió una colleja del Centauro encargado de ultimar los detalles de la entrega. Y cuando los gnomos artesanos terminaron de engarzar los diamantes se avisó a los cisnes y al oido les dijo el Centauro la ruta a seguir y como debían comportarse. En este reino los animales eran como si fueran personas y entendían y hablaban como cualquiera.
Un allegado al brujo le preguntó a éste si le pasaba algo anormal. Nunca había visto, entre el gremio de los encantadores, a alguien tan enamorado como él. Normalmente las relaciones entre brujos, hadas, brujas y magos, eran muy apasionadas pero temporales y no solían entorpecer su labor. Por eso este nigromante amigo del brujo de la Nieve, le planteó la siguiente cuestión: -Esto no es normal. No existe nadie tan bella que no puedas crear con tu magia alguien igual. Me estas defraudando, esto de los enamoramientos es para humanos o seres inferiores, como los duendes o los faunos.
El brujo suspiró y miró hacia donde volaban ya los cisnes negros. Y le dijo al nigromante entrometido que tenía que hacerle una confesión. El había amado a ninfas, sirenas, náyades, brujas, otras hadas y magas. Pero eso para él eran tonterías pasadas. Le confesó que se hizo a sí mismo un conjuro. Éste ritual mágico solo afectó a una parte de su ser. Bueno el decía que ahora si era una parte de su ser. Antes dudaba que, incluso, existiera en su seno.
Había transformado o creado un corazón humano en su cuerpo. ¿Qué le hizo cometer esta locura? Había viajado al Planeta Tierra, de donde les pedían muchos conjuros, muchos de ellos para conseguir el amor de alguien. Nunca supo, hasta que se metío en el cuerpo de un amante, lo poderoso que podía ser el amor y lo que podía hacer la gente por él.

Le comentó a su amigo que sentía olas inmensas de placer solo con ver a su amada. Y punzantes puñaladas de dolor cuando le ignoraba o no le correspondía. No podía llegar a comprenderlo. Si alguien no te corresponde, antes, él, se buscaba otra amante. Y no comprendía muy bien como se cruzaban paises, se hacían guerras, se traicionaba y se hacían también obras de arte bellísimas por amor.
Sintió curiosidad e hizo el experimento. No pensaba que no se enamoraría de la Bruja Festona, que tantas noches de amor compartieron, ni la Maga Cristella de la que gozó en su reino lleno de islas y de bosques. Tampodo del Hada Sufrinta, muy bella y de la que guardaba un grato recuerdo. Se enamoró de alguien que no podía ver si no era habitante del Reino Transparente, de un hada bella, pero que tenía que tener su permiso para contemplar la belleza que, sin duda, tenía. De alguien que era altiva, algo antipática y poco sociable.
Y todo se lo dictó su corazón humano. No lo comprendía muy bien, su mente era mágica, sus miembros divinos, su energía, que emergía del frío de su reino, era sobrenatural. Y lo único que tenía humano lo estaba gobernando.
Se quedó mirando como se alejaban los cisnes negros mientras el nigromante se tocaba con el dedo derecho su sien derecha indicando que el gran brujo estaba muy, muy loco.
Los pajes recogieron el regalo y con una música celestial llegaron a las inmediaciones del palacio cristalino del Hada. No se asombraron cuando salieron a abrirles, eran unos seres trasnparentes, pero sus brillos se veían a través de las paredes del castillo. Efectivamente la luz y el regalo que refulgía entre los pajes, iluminaba las aristas de estos seres. El portavoz de los pajes un joven alto, rubio y con ojos claro pidió que anunciaran un presente de parte del Brujo de la Nieve.
El recibimiento fue frío, tanto que parecía que el reino de la Nieve era éste y no el del que prodecía el regalo. Unos seres transparentes a otros fueron comunicándose hasta que llegó la embajada a oídos del Hada. Entonces salió un ser transparente, más grande que los demás y que irradiaba belleza, al reflejo del regalo, se adivinaba una figura femenina, con unos rasgos perfectos, que, si ella quería, podían contemplar todavía más bella. Les dijo que volvieran a su reino con su regalo. Ellos insistieron, que su brujo solo quería hacer llegar su afecto a dicha hada. Ella les dijo que quizá era una trampa para infiltrar alguien opaco en su reino y contaminarlo.
Entonces uno de los pajes le dijo, que, aunque era una sorpresa, podían abrirlo y mostrarle que no había trampas. Ella accedió. Desenvolvieron con cuidado el regalo y le entragaron a sus sirvientes los diamantes negros y las telas de oro y platino. Las examinaron y le dijeron, que, por lo menos en el envoltorio, no había trampas.
Entonces vieron un tremendo témpano de hielo. Pero que contenía algo dentro. Tenía un rubí, muy transparente, con forma de corazón. Inmenso, pero a medida del Hada. Ella lo contempló y le llamó mucho la atención. Preguntó ¿Por qué vuestro señor se molesta en regalarme algo tan bello?

Un paje que era el mejor orador, le dijo que era un tributo a la belleza de la Señora de Cristal y, autorizado por él, le dijo que solo el amor podía empujarle a ello. ¿Amor? Conozco a ese brujo y es uno de los más casquivanos que conozco. ¿Cómo puedo saber que su amor es verdadero? Y miraba cada vez más embelesada al gigantesco rubí. Estaba protegido por el hielo y les cuestionó si podía liberarlo de tan gélido envoltorio.
Otro paje le indicó que se acercara y, si el amor del brujo era verdader, ella derretiría el hielo. Entonces preguntó temerosa ¿No será el rubí también de hielo rojo y se deshará también? –Eso solo podrás comprobarlo acercándote. Ella lo hizo así y el hielo empezó a transformarse en perlas que rodeaban al Hada. Cogió el rubí y se escapó de sus manos transparentes. Lo que hizo es meterse en su cuerpo prístino y se colocó en la parte izquierda de su pecho.
Ahora veía al Brujo en su palacio suspirando y ella empezó a sentir algo por él. Le dio un poco de pena, tan solo, tan bello y tan enamorado. El corazón hizo que todos la vieran en toda su belleza y entonces el brujo percibió también su presencia. Preparó, el hada, su viaje y ordenó que mandaran emisarios al brujo para encontrarse en el reino de Las Montañas. Le envió presentes para que certificaran su interés por él.
Se unieron sentimentalmente en el Reino de las montañas, él la vió aun más bella de lo que la imaginaba y ella no quería separarse de él. Vivían en verano en el palacio de Cristal y en invierno en el Reino de La Nieve. Pero también hacían turismo por el reino de las Montañas, el de las Islas y los Bosques, el de las Nubes espesas. Y también viajaron a la Tierra, de incógnito, transformados en humanos los dos y se mezclaron entre nosotros. De vez en cuando volvían allí, de dondo procedían sus dos corazónes, pues el de rubí era otro corazón humano hecho a medida del Hada.
Y fueron felices, y se amaron eternamente, pues ellos no podían morir. Y sus reinos percibían su felicidad y eran prósperos y bellos.
“Querer algo o a alguien con mucha intensidad, es casi tenerlo, pero siempre con su consentimiento”
AUTOR: JUAN GREGORIO GARCÍA ALHAMBRA
09/02/09