miércoles, 5 de noviembre de 2008

Una fábula tierna



Una fábula que se me ocurrió para enviar a alguien que estimo. Va por todos: FABULA DEL OSO Y LA GACELA

Cuando no había seres humanos sobre la tierra, cuando aún no había maldad, se desarrolla esta historia. Ningún animal era más que otro, ni aún por ser más fuerte, pues esa era la ley. No se sabía muy bien quien la había dictado, pero se seguía con firmeza. Todo era de todos, pues la naturaleza lo había regalado a cuantos poblaran la tierra. Y querer apropiarse de una parte no se concebía.
El protagonista primero es un oso, que como era, pues grande, peludo, y con un gran corazón. Nació y creció en un bosque y hasta este momento no se había enfrentado con sus sentimientos. Quiero decir que no se había enamorado.
No lo creía necesario, hasta ahora, pues todas sus necesidades estaban cubiertas. Comía bien, se divertía con sus amigos en el bosque, tenía una cueva donde cobijarse. Era feliz. Un día se decidió a ir a buscar algo de miel y como no encontraba se adentró en una pradera. Estaba buscando un árbol cuando algo lo deslumbró.
No, no era el Sol, ni la Luna llena, ni un fogonazo. Vio, no muy lejos, a una gacela, pequeña, esbelta y bella, muy bella. Para él, el ser más bello del Universo. Trató de acercarse y tanto la gacela como sus compañeros salieron huyendo. El no lo comprendía, solo quería conocerla, no iba a hacerle daño. Él se esmeraba en seguirla, pero con su agilidad desapareció sin dejar rastro.
Lloraba, de rabia, de contrariedad, de desconsuelo. ¿Por qué escapaba si él la quería?
Volvió al día siguiente a la pradera y no estaba ella. Y al siguiente, y al otro, así hasta que se convenció de que no la volvería a ver.
Habló con los animales más sabios para que le explicaran que sucedía. Un lobo astuto e inteligente le comentó que los osos asustan a animales más frágiles. El insistía en que no quería hacerle daño. Un búho le aconsejó que su aspecto era muy distinto a las parejas habituales de las gacelas y a lo mejor eso no gustaba a la gacela. Una lince le dijo que no desesperara que si lograba comunicar sus intenciones a su amada tal vez lo escuchara.
El oso se fue al río cercano, allí con las aguas en remanso se asomó al agua. Se vio reflejado y pensó: “Si yo me veo normal, porque huyes, mi gacela”.
Seguía volviendo al prado y un día estaba allí, la gacela, con su manada. Nuestro amigo se escondió y siguió a la manada en silencio. Cuando llegaron a su refugio él se quedó entre la maleza y, cuando dormía la manada se acercó sin ser visto. Se puso cerca de la gacela y le susurró al oído:
“¡No temas y escúchame!, te he visto y te admiro. No puedo dormir con sosiego desde que te conozco, todo me recuerda a ti, eres mi dicha y mi desdicha. Solo quiero que mañana te separes de la manada y sigas el sendero que conduce al bosque. Hasta pronto mi sueño”.
Se alejó de la manada y espero a que lo hubiera escuchado la gacela. A la mañana siguiente ésta se despertó azorada. Le comentó a su gente que había tenido un sueño muy raro, pero omitió lo del sendero. Aseguró que le pareció muy real y todos se burlaron de ella.
Cuando pacían en la pradera, sintió curiosidad y siguió el sendero sin que sus compañeros se dieran cuenta. En un claro oyó una voz, ¡has venido! No me atrevo a que me veas porque sé que te asusto. ¿Quién eres? ¿Qué quieres? No me he extraviado para únicamente oír una voz, que por cierto, ya oí ayer.
El oso salió de la maleza con vergüenza y la gacela en un principio se sobresaltó. Pero al ver lo dulce de su mirada llego a tranquilizarse. Hablaron largo rato, pero la gacela explicó al oso que eran muy diferentes. Que no es que lo rechazara, sino que seguro que encontraría a muchas parejas como él en su especie. Él se sintió triste, pero agradeció que ella fuera tan sincera.
Cuando podía volvía al prado y con un aullido que solo ellos conocían, la gacela se extraviaba y hablaban. El oso no llegó a ser feliz completamente, pero consiguió transmitir sus sentimientos a su amada.


Moraleja en verso:
“Ama y siente
vive y quiere
Habla claro
sin mucho descaro
Y, si no te quieren
qué se sinceren”
Moraleja en prosa.
“Si sientes algo por alguien, díselo, más vale una y mil negativas que añorar lo que nunca ocurrió”
AUTOR: JUAN GREGORIO GARCÍA ALHAMBRA
18/10/07