viernes, 16 de enero de 2009

Toy mu liao


Pues eso, que tengo muchas haciendas por medio y no me centro. Lo de reeditar los libros parece que va despacio, tengo trabajo académico de por medio y quiero terminarlo antes de seguir jugando a escritor.
Bueno aqui os pongo algo antiguo pero tambien de mi puño y letra, bueno de mi teclado y software. Y una foto, que hace mucho que no pongo ninguna.
Sed felices.-

UN ANGEL EN MI VIDA

Esa noche estaba especialmente deprimido. Mi existencia parecía no tener norte. Aunque no carecía de nada, pero, sin embargo, había un gran vacío a mí alrededor. Decidí quedarme en casa, no sé, ver la tele, leer, escuchar música. O buscar compañía en cualquier Chat de Internet. Pues ya veis, lo intenté todo y a pesar de terne la suerte de contar con televisión, libros, discos y ordenador, me sumía en una triste depresión que me angustiaba.
Me fui a dar un paseo, era principio de la primavera y aunque el ambiente era más frío que caluroso salí afuera. Era un miércoles y las calles estaban solitarias, vacías y sombrías. Pensé en que no ayudarían a animarme. Entonces vi. a alguien que estaba mirando a todas partes y consultando una especie de plano. Estaba en mi camino y cuando llegué a su altura no resistí la tentación de preguntarle. ¿Necesita ayuda? Le dije en tono cordial y sorprendiéndome a mi mismo. Pues para precisados de ayuda yo estaba en primera fila.
Se volvió y vi el rostro más luminoso de esta tierra. Era una mujer de unos veintitrés años, pelo rubio, muy claro, ojos grises y facciones delicadas. Sus labios eran pequeños pero algo prominentes y sus dientes brillaban como perlas. La voz parecía un canto agradable y a la vez delicado. Me comentó que acababa de llegar, al parecer era extranjera, pues me dijo que venía de arriba. Yo interpreté que se referiría al norte.
Cuando traté de averiguar a donde se dirigía, sentí un escalofrío, pues me indicó mi propia casa. Así se lo hice saber y se alegró de que yo la hubiera encontrado y no ella a mí. Entonces me dijo que sabía que yo necesitaba ayuda y venía a prestármela.
No entendía nada, alguien había viajada cientos de kilómetros para darme una ayuda que, sinceramente, yo ni siquiera había pedido. Quise que me dijera de donde venía exactamente. Seguía insistiendo que de “arriba”, luego lo comprendería.
Me dijo que la solución a mi problema no la tenía ella, ni siquiera mi psicólogo. Sencillamente debía analizar mi situación. El problema no lo tenían los demás sino yo mismo. Insistió en que cerrara los ojos y me hizo ver a mis amigos, mis familiares y mis compañeros de trabajo. A lo mejor mi problema era que no me había comportado correctamente con ellos y ellas, y que había cerrado demasiadas puertas que tendrían que estar abiertas.
El sentirme mal era cuestión de mi propio egoísmo. Debía hablar con quien pudiera haber ignorado, saludar a quien no me apetecía hacerlo. Compartir con quien lo había hecho siempre y ahora no quería. Relacionarme con todos, ayudar a los débiles, y no quejarme tanto. Pues me di cuenta de que llevaba días reprobando cosas y no hacía nada por cambiarlas.
Después de una charla en mi casa ella dijo que debía irse, pues la necesitaban muchas más criaturas del universo. Yo sentí como si me mareara, entonces se le iluminó la cara y sus prendas se volvieron brillantes, hubo como una especie de fogonazo y me vi solo. Lo sorprendente es que solo habían pasado cinco minutos desde que decidí salir. ¿Fue verdad? ¿Fue mi imaginación? Que importaba, había dado con la solución y decidí hacer unas llamadas a gente que podía estar incluso peor que yo. Y la vida me fue mejor y conseguí que mis allegados se sintieran bien. Y miré hacia afuera y no hacia adentro, y quise que mis fuerzas se dirigieran a que los demás fueran felices, porque solo así yo lo seguiría siendo.
Aquella criatura cambió mi vida, fuera o no real. Y la adopté como mi ángel personal, y desde que determine tal cosa, algo me susurra lo que debo y no debo hacer. Otras noches, cuando miro al cielo me fijo en las estrellas fugaces y pienso que son ángeles que amparan a almas solitarias, decepcionadas o tristes. Que cumplen deseos, pero buenos deseos. Voy a irme a dormir y espero que mi ángel me acompañe, aunque no me hable, simplemente que me mire con sus ojos grises y su sonrisa celestial. Me sentiré mucho mejor, y más feliz.

AUTOR: JUAN GREGORIO GARCÍA ALHAMBRA