lunes, 25 de mayo de 2009

El caldero de los deseos


Un relato de hadas y duendes, que haberlos haylos:


EL CALDERO DE LOS DESEOS
Cuentan que hubo hace tiempo una cueva, en ella habitaba una bruja. Dicen que antes era un hada, pero que su avaricia la convirtió en bruja. Vivía sola, pero la visitaba mucha gente. La razón de su popularidad era un caldero mágico que tenía siempre alimentado por el fuego.
Todo lo que tenías que hacer era formular un deseo, pagar a la bruja una considerable cantidad de monedas de oro y comer un guiso de ese caldero. En unos días todos tus deseos quedaban cumplidos. El caldero provenía de la región de los Hornos, un mundo de brebajes, mixturas y preparados, junto con alambiques, cazos y otros calderos. Había sido robado por la Bruja Anticla, que ese era su nombre, cuando era la Hada Clara. Como hada había sido muy beneficiosa para toda la región de los montículos. Pero nadie se lo agradecía, ni tenía beneficio por ello.
Por lo cual decidió arrebatar a los Cíclopes ojerosos el caldero. Así, previo pago, vendía el conceder deseos. Curiosamente muchos deseos no eran deseos puros y buenos. La visitaban muchos pudientes, que deseaban derrotar enemigos, anular a personas, cometer injusticias y muchos más desmanes.
El caldero no era un ser inanimado, era un ente con sentimientos, pero estaba allí condenado a conceder deseos que, a su vez, no deseaba que se hicieran realidad. Incluso protestaba a la bruja y esta lo amenazaba con destruirlo y construir otro mejor para ganar más dinero.
Se había hecho, Anticla, un palacio encima de la montaña de la cueva. Tenía todo tipo de lujos, pero, sin embargo, no tenía amigos de verdad. Todos los que la acompañaban en sus fiestas eran amigos de conveniencia.
Un nibelungo de la región de los Hornos decidió ir a buscar “El Caldero de los Deseos”, se hizo pasar por alguien que necesitaba cumplir un deseo. Una vez que estuvo en la cueva, engañó a la bruja, le hizo pasar adentro para buscar un ingrediente raro para su guiso. Cuando volvió el caldero no estaba.
Ella estalló en furia y maldijo al ¿Ladrón?, si ella lo había robado. Pero sonrió, ella sabía o creía que sabía crear un nuevo caldero. Fue al pueblo más cercano, compró un caldero e hizo multiples sortilegios, los que arrancó, bajo torturas, al Cíclope ojeroso al que robó el caldero original.
Hizo los encantamientos y pidió algunos deseos al mismo. Se los concedió y se felicitó por ello. Llegó el primer nuevo cliente. Era un Rey de un reino cercano, algunos rebeldes se habían hecho fuertes en una zona de su reino. Reivindicaban libertad y comida. Le pidió a la bruja que hiciera caer una tormenta terrible sobre ellos y los destruyera. Aunque sufrieran la consecuencias todos los habitantes de esa zona.
Cuando formuló el deseo, sorprendentemente, el caldero se autofulminó y desapareció. En su lugar apareció la imagen del Ciclope Ojeroso Líder. Dijo a Anticla que el poder del caldero originario haría desaparecer cualquier intento por hacer otro Caldero de los Deseos, teniendo como consecuencia la fulminación de los mismos.

Además, hizo que los deseos perversos fueran revertidos. Que lo que hubieran dañado se reparara y que nadie se beneficiara de ninguna perversidad.
Todos los que dieron sus monedas de oro a la Bruja y vieron frustrados sus deseos, volvieron furiosos y la encarcelaron en su palacio. En los sótanos, pero, como todos estaban intentando saquear el palacio para recuperar sus pertenencias, quedaron también presos. Pues la magia de los Cíclopes ojerosos hizo que todas las puertas y ventanas quedaran cerradas. Desapareciendo todo el lujo del palacio. Pusieron de guardias del palacio a los Pegasos Alados y a las Quimeras Furiosas.
La Bruja deseo volver a convertirse en Hada, y engañar a los Cíclopes Ojerosos saliendo de su prisión. Pero nada de su magia buena perduraba en su ser. Y quedó, con sus malos clientes, presa de por vida.
El caldero se utilizó para hacer un poco mejor la región de los montículos, para compensar la maldad de la Bruja Anticla. Y luego se llevó al Reino del Tiempo, para que allí se utilizara solo cuando alguien lo necesitara realmente.
“¿Por qué no se nos conceden todos los deseos? Quizá por que son demasiado egoístas”
AUTOR: JUAN GREGORIO GARCÍA ALHAMBRA
13/04/09