viernes, 4 de mayo de 2007

Un poco de literatura tampoco viene mal

Ahi os pongo un poco de literatura de mi cosecha, opinad y decid que es mejor, mis palabras o mis imágenes...

INTENTO NO OLVIDAR...

La Noche y el recuerdo de tu sonrisa me mantienen vivo. La oscuridad de tu recuerdo, que a la vez es la luz de mi ilusión. De noche nos amábamos, de día nos separábamos. Y esa alegría que demostrabas. Hace ya... no sé, mucho tiempo. Ahora las canas son el recuerdo de una vida generosa pero extraña. Porque nunca te conocí, a pesar de estar casi todos lo días a tu lado. Ahora descubro tu diario, debajo de los libros que leías y me contabas casi literalmente. Por un momento pensé condenarlo al fuego, que tus secretos fueran eso, tus pensamientos para ti y nadie más.
Ya ves, la curiosidad puede más que nada y lo abrí. La primera página era con letra de adolescente. Cuando yo todavía no estaba ni en tus pensamientos. Te quejabas de todo, nada te complacía, soñabas, amabas, esperabas. Porque yo no fui el primero, y ahora veo que tampoco fui el último. Ahí está el otro chiquillo rubio e indiferente a ti, pero que supiste conquistar. El aprendiz de zapatero que te sedujo después. El aspirante a futbolista famoso, que luego montó un garaje. Tras veinte páginas llego yo. Una persona que en principio tratabas como un amigo.
Yo entonces ni siquiera te tenía como una amiga. Te conocí y nada más. Luego vendrían días juntos en pandilla. Tu primera sonrisa ante mis ocurrencias. Las miradas cómplices que solo nosotros entendíamos. El primer anochecer juntos en el parque. Nuestro primer beso y las prisas por llegar a tu casa, era tarde.
Luego crecimos, yo me fui a estudiar y tú te quedaste en el pueblo. No comprendí la tozudez de tus padres en que no estudiaras. Podríamos haber estado mucho más tiempo juntos. Posibilidades económicas tenían, pero quizá por eso veían innecesario llenarte la cabeza de pájaros. Alguien te conquistaría antes o después. Y si era de tu clase social, mejor. Y una vez casada no necesitarías ni libros ni maestros.
Pero tú te rebelaste, comprabas más y más libros, y viajabas fuera, aunque fuera en tu imaginación. Y yo volvía casi cada fin de semana. Buscaba cualquier excusa, ayudar a mi padres en las labores agrícolas. Visitar a mis abuelos. Estudiar en un lugar más tranquilo. Y allí estabas tú. Con tus cabellos rubios ondulados, tus ojos claros y una sonrisa que conseguía de mi todo lo que me pidieras. En esa época no buscaste en otros labios ni en otros ojos las miradas que pudieran excitarte.
Fue cuando tus padres vieron que no era el chico adecuado cuando, de repente, cambió el panorama. No querían un estudiante, ni de mi clase, tampoco les gustaba que te animara a seguir leyendo.
Los libros fueron a la hoguera, censurando tus alas, y tus sueños. Y la contrariedad no pudiste vencerla. Ahora lo veo en tu diario. No luchaste, firmaste la paz sin ni siquiera plantar cara a tus progenitores. Entonces se apagó la sonrisa, tu diario se volvió sombrío y mi amor era ignorado. Yo venía cada vez menos al pueblo, y tú ya no me escribías ninguna carta.
Acabé los estudios y veo que amaste a otros. Quizá impuestos por tus padres. Te dedicaste a coleccionar amantes, disfrazados de pretendientes. Buenos chicos, de clase acomodada, pero ninguno supo conquistarse, aunque si seducirte. Esto último lo dudo, estoy convencido de que tú los sedujiste a ellos. Como hiciste al principio conmigo, volviste a lograrlo después y toda una vida continuaste utilizándome.
Yo me creía importante, siendo tuyo, teniéndote en mis brazos. E ignoraba, como ahora sé que no me amabas. Era un juguete con el que te gustaba divertirte. Ahora el único juguete, según escribes. Más adelante un entretenimiento más.
Una noche te invité a cenar, pensaba pedirte que te casaras conmigo. Te adelantaste y me dijiste que ya bastaba de juegos, que ya éramos adultos y que teníamos que formalizar la relación. Me sentí bien y mal simultáneamente. Otra vez leías mis pensamientos, o los interpretabas como tú querías. Pero daba igual ya serías mi mujer para ¿siempre?
La ceremonia fue por todo lo alto. Tus padres no estaban muy conformes. Los míos quizá tampoco. Pero nos casamos y nos fuimos de luna de miel. Esos días entonces fueron los más felices de mi vida. En tus páginas veo que seguías divirtiéndote conmigo, pero a tu manera. Jugaste con dos barajas, pues hiciste lo posible por ir a un lugar donde vivía uno de tus antiguos pretendientes.
Decías que ibas a rezar a la catedral. Y yo, como poco creyente no te acompañaba, ni me preocupaba por la realidad. Escribes que ponías una vela a Dios y otra al diablo. Tus encuentros secretos con él traspasan mi endeble corazón. Gozabas con él y conmigo. Y no vi nunca en tu mirada, ni el menor atisbo de sospecha de ello. ¡Que gran actriz! Eso no sólo entonces, siempre interpretabas a la chica dulce y alegre. Nadie lo sospechó, ni siquiera tus otros amantes. A todos nos engañaste y en las siguientes páginas veo que hasta a ti misma te mentías a veces.
Gracias a mi volviste a leer y a asomarte a otros mundos, otras civilizaciones. A pensar mejor y más retorcidamente. Eso lo sé ahora, alimenté los deseos de irte más allá de probar nuevas sensaciones.
Esas vacaciones en casa de tu tía del Norte. Estaba enferma y tenías que ir a cuidarla. E ir sola, pues la casa era pequeña y no podíamos ir los dos. Un mes que ahora se donde pasaste, en París, la ciudad del amor, de la Luz. Allí estuviste en tu salsa. Me escribías cartas sin matasellos, que venían por intermediarios no oficiales.
Allí amaste a bohemios, pintores, a los que serviste de modelo. Escritores que inspiraste. Y volviste con un vestido de pueblerina. Después de haber lucido las mejores modas. Quizás debiera dejar de leer, es tarde y queda lo peor, tu muerte.
Pasó la vida y envejecimos, yo, a pesar de lo que leo, era feliz. Te amaba como el día que se ilumino tu mirada cuando te confesé mi amor. Ya no podías conquistar, tus canas y tus arrugas no interesaban a ningún hombre. Excepto a mí, pues veía en aquellos ojos claros la muchachita que me enamoró, a la que quise y a la que todavía amo. Pero veo que aún anciana, volviste a las andadas. Ese maldito aristócrata de pacotilla te convenció para pasar unos días en la costa. ¿Qué mentira me contarías esta vez?
Reconozco que con los años perdiste originalidad. Me dijiste que necesitabas unos días de descanso. Sola en un balneario. Yo, que nunca te he negado nada asentí. También necesitaba estar solo. Pero no llegaste siquiera a tener la oportunidad. Cuando te ibas, a toda prisa, como los delincuentes, tropezaste en un escalón. Me había ido a hacer unos recados y cuando llegué... Yacías en el suelo, con un hilo de sangre surcando tus canas y una leve sonrisa en tu cara. Parecías un ángel herido. Ya eras un querubín cuando te contemplaba.
Ahora termino tu diario. Ayer escribiste que a pesar de no amarme, yo era la persona más importante de tu vida. Que los demás eran un entretenimiento menor. Porque los demás pasaban, yo permanecía. Y leíste en algún lugar que no importa quien fue ni quien vino, sino quien está. Un epílogo que parecía anunciar tu accidente.
Me siento mejor, o no. Que más da. He quemado tu diario, y trato de olvidarlo. Quiero recordar la chica, la mujer, la anciana que amé. Me da igual lo demás. Porque ahora solo puedo recordar. Y si existe otra vida, vivirla con ella, y ella con otros también quizás. Necesito ver sus ojos y decirle, te quiero, aunque ella no me conteste o me mienta.
Hoy visité su tumba. Y no creo que vaya a durar yo muchos más años. Mi vida fue una mentira pero como he dicho fui feliz. Volvería a vivirla, y a enamorarme de la misma mujer, pero nunca volvería a leer su diario.
AUTOR: JUAN GREGORIO GARCÍA ALHAMBRA
26/11/2005

CREÍAIS QUE ME HABÍA ABURRIDO DE PUBLICAR IMÁGENES. ¡AGHHH!¡ERROR! TENGO MUCHISIMAS PARA COMPARTIR CON VOSOTRAS Y VOSOTROS. UNA MÁS DE LA GRANJA. TRANQUILOS LAS QUE VENDRAN DESPUÉS SERAN DE OTRA TEMÁTICA.
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