martes, 4 de agosto de 2009

Los Sueños, también se venden





LA CASA DE EMPEÑOS DE LOS SUEÑOS

Cuando entrabas allí era como entrar en un sótano. Olía a humedad y no te llegabas a sentir bien en ningún momento. Yo acudí, pues deseaba, no, soñaba, tener mucho dinero y darme la gran vida. Pasaron unos años y vi que mi sueño no tenía sentido. Así que decidí empeñarlo. En la calle del Olvido, número 6 hay un sitio adecuado.
Es una casa de empeños, pero no una cualquiera. Allí les entregas tus sueños y te dan a cambio una cantidad no despreciable de dinero. Cuando quieres recuperar tus ilusiones, puedes hacerlo, pero debes abonar diez veces lo que te pagaron, actualizado con intereses y ajustado al IPC.
-Buenos días, que deseaba.
-Deshacerme de este sueño, quería ser rico y vivir una gran vida.
-Bien tenga en cuenta que este sueño es muy vulgar, solo podremos darle unos 3000 €uros. De esta manera se asegura de no ser rico nunca, pero le decimos que la gente le saca más partido al dinero que le damos que a las cantidades que añoraban. No obstante le garantizamos reembolsarle su sueño, si lo hace en menos de dos años, solo tendrá que abonar 30000 €uros más los intereses y las tasas.
-No esta bien, me iré de vacaciones con ese dinero y seguiré trabajando y viviendo normalmente.
-De acuerdo firme aquí y aquí y su sueño será borrado. Aquí tiene su cheque. Un placer hasta otro sueño que quiera vendernos.
Me fui contento con mis tres mil euros y sin mi sueño imposible. Antes de irme vi pasar a un anciano. Tenía buen aspecto, vestía un traje de diseño y le esperaba un coche de lujo en la puerta. Me giré y entonces se encendió mi curiosidad, pasé a ver unos folletos que explicaban la venta de sueños.
Vi acercarse al señor una de las mesas donde atendían a la gente. Y, sorprendentemente, iba a recuperar un sueño. Oí todo y lo relato como sigue:
-Buenos días que deseaba.
-Buenos días, venía a recuperar un sueño.
-De acuerdo, cuando lo vendió.
-Va para ochenta años, yo tenía diez, quería ser libre y hacer el bien. Aprender mucho y enseñar a quien no tuviera la oportunidad de formarse. Con siete años deseaba eso, pero luego me di cuenta de que era perder el tiempo. Así que acudí aquí y vendí mi sueño.
-¡Uff! Ochenta años, espere que voy para el sótano, al archivo antiguo.
Tardaba un rato y el señor se giró y me vio escuchando. Yo me adelante a cualquier reproche y le dije ¿Porque vendió un sueño tan bonito?
-No creo que sea de su incumbencia, pero eran años difíciles y el dinero que me dieron era más tentador que esforzarse por los demás. Luego con ese dinero aprendí a hacer negocios, y con veinte años era el tipo más rico del continente. Contribuí a romper, sin pagar nada a cambio, los sueños de muchísima gente. No sólo eso, sino que, encima me hacía más y más rico. Me casé por interés, para seguir teniendo dinero. Rompí mi matrimonio y volví a casarme para conseguir más y más. Ahora tengo más dinero del que pueda gastar, cuatro familias rotas, diez hijos que me odian y me acordé de mi sueño. Mis médicos me auguran una vida más larga, si cabe, y quiero soñar de nuevo.
Volvió la empleada de la casa de empeños con un expediente polvoriento, pese a que ya lo había limpiado.
-Caramba le pagaron diez millones de pesetas, entonces, por este sueño. Debía ser un sueño al que casi nadie renunciaría.
-Así es, dígame lo que cuesta y acabemos con mi error.
-Bueno, déjeme que calcule. Sumando, el porcentaje, las tasas, el interés. ¡Dios mío! Son treinta y cuatro millones de euros. Para estas sumas tiene que hablar con el jefe. Le aviso enseguida. Solo las hacemos por transferencia bancaria.

Vino el jefe un tipo amable y simpático.
Yo ya no sabía que hacer con los folletos.
En su presencia el señor hizo la transferencia sin pestañear y, cuando se iba, desee acompañarle un rato más. Aunque fue él, quien vino hacía mí preguntando Pregunta, por pregunta ¿A que ha venido usted aquí?
-Vine a vender un sueño. Quería ser rico y pegarme la gran vida y prefiero irme, con el dinero a unas vacaciones y seguir como estaba.
-Sabia decisión, Ahora yo, para recuperar mi sueño, tengo que aprender mucho y enseñar a los demás, y ser libre y hacer el bien. Para ello tengo que olvidar el mal que he hecho, reparar mis estafas y tratar mejor a mis familiares. Y hacer que mis hijos no caigan en mi error. No deberíamos vender nuestros sueños. Y más a la temprana edad que yo lo hice. Se puede soñar toda la vida y aún sin conseguir ningún sueño, conservar la ilusión.
Se fue en su coche, no lo volví a ver. Y no sé si recuperó su sueño. Esa noche soñé que todo iba mejor y que la vida cotidiana puede ser mucho mejor con ilusiones. Eso no lo vendería por todo el oro del mundo.

Autor: JUAN GREGORIO GARCÍA ALHAMBRA
29/07/09