De nuevo aquí os voy a hacer ahora un mix: de imágen y de texto.
Os contaré la historia de la piedra mágica.
Un día paseaba Oscar por el campo y no reparaba en toda la belleza que le rodeaba. Solo había que fijarse un poco. Los matorrales
la hierba, las flores, los pajarillos, las nubes, el arroyo. No obstante se detuvo delante de una piedra. Paradójico ¿No? una vulgar y prescincible piedra. No era bella, ni resaltaba pero estuvo a punto de tropezarse con ella. La recogió para lanzarla unos metros más alla para que no le estorbara. La tiró con todas sus fuerzas, e, incomprensiblemente volvió a sus manos.
Ahora no sabía como desembarazarse de semejante compañera lítica. Lo que si dejaba esta inesperada colega es que la dejara en su bolsillo.
Empezó a sentir sed y se había salido hacía tiempo del curso del arroyuelo. Deseo tener una cantimplora a mano, un descuido por su parte. Entonces de una roca "amiga" de su piedra broto, no agua sino un frío zumo de naranja. Le calmó la sed y agradeció el refrigerio.
Siguió adelante y un lobo se cruzó en su camino, entonces unos trozos calcáreos de roca lo asustaron sin golpearlo. Empezó a sospechar que algo no iba bien. En realidad sí, todo le era favorable aunque no normal.
Volvió a su casa y trató de desembarazarse de la piedra, pero no quería dejarlo. No obstante no le impidió dejarla en la chimenea, presidiendo su salón. Unos mosquitos, ya era primavera avanzada, le estaban molestando. Y la tierra de una maceta hizo una nube que los espantó y lanzó fuera de la casa.
No lo había pensado hasta entonces, desde que la piedra estaba con él todo iba mejor que antes. Era una tontería, pero... toda la materia que rozaba a una roca o un peñasco le ayudaba.
Decidió no calentarse la cabeza y dormir un poco, ahora tenía insomnio. No podía dormir, y lo deseaba con todas sus fuerzas. Entonces unas chinitas empezaron a repiquetear en la ventana, como si estuviera lloviendo y logró conciliar el sueño.
Se despertó como si lo hubieran apaleado, pero descansado.
La piedra no estaba allí.
Pero se asomó a la puerta, el sol estaba radiante, los pajarillos volaban. El aire era sano y vio la piedra sobre su cerca de hormigón y roca. Quizá hablando con sus compañeras. No volvió a desprenderse de ella, y la suerte le acompañó de por vida. A veces la piedra desaparecía, pero volvía en el mismo día. A lo mejor no era egoísta y repartía suerte entre otros paseantes
